Cuentos de encuentro literario- El camino de los Sauzales


EL CAMINO DE LOS SAUZALES
El inicio del alba lo contemplaba, cautivado, mientras construía una cajita de espinas, donde guardar todas aquellas piedras con las que tropezaba al recorrer su camino. Pero mientras más piedras guardaba, menos espacio quedaba. Entonces decidió hacer una caja mucho más grande, pero esta vez utilizando árboles caídos; ésta también se lleno, y cada vez que recorría su camino aparecían más y más, tantas que parecían caer de los sauces, junto con las gotas del rocío de todas las mañanas.
Fue entonces que se percató de lo inútil que era guardar las piedras, ocupando espacio sin valor alguno; pero es que… ¿Lo mejor sería tropezar y lastimarse día tras día?

Cuando en su sendero había abismos, construía largos puentes para atravesarlos; si la luna no lo iluminaba, la tibia luz de una velita le ofrecía su ayuda; y si el sol, furioso por no poder dormir la siesta, lo atacaba, se refugiaba bajo la sombra de los siempre tristes sauces. Parecía realmente absurdo que una cosa tan minúscula e ínfima pudiera complicar tanto su existencia, pero de verdad que lo hacía.

Hasta que llegado el momento, tomo prestada la armadura de un verdadero temerario, y se atrevió a atravesar el camino sin recoger piedra alguna; para su sorpresa, llego al “final” sin tropezar con nada. Al día siguiente paso lo mismo, y al día siguiente, y al día siguiente…
Hasta que un buen día… se volvió a caer, pero esta vez recostado sobre el piso, su rostro formo una risa inocente, mirando las nubes, comenzó a reírse tanto que sus entrañas le hacían coro y al mismo tiempo decían basta. No fue hasta entonces que sintió lo aburrido y tedioso que se había vuelto su viaje, siempre alerta de no tropezar, y sin poder apreciar la belleza que había en todo aquello que acompañaba su andar, más que ese suelo hostil y frígido. Decidió que ese camino dejará de vivir de él, y comenzar a vivir el camino; sin mirar al suelo, siguiendo su estrella y pensando de una forma un tanto inconsciente, con que piedras no tropezar, aunque ese largo sendero siempre tuviera nuevos obstáculos que él no pudiera sortear

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